jueves, 3 de noviembre de 2016

LOS CÓDIGOS LITERARIOS



Estaba repasando los elementos de la comunicación, aplicados a la literatura, cuando una idea me asaltó por sorpresa.

En literatura, el emisor es el autor, el receptor es múltiple, los lectores de la obra, incluso los espectadores cuando se trata de teatro que ha sido para representarse sobre un escenario. Los canales han ido variando a lo largo de la historia, desde las primeras tablillas de arcilla encontradas que marcan el inicio de lo que conocemos como Historia, pasando por soportes como el pergamino, el papiro, el papel y, hoy en día, el digital. El mensaje es propio de cada obra y el contexto tiene que ver con la época que se refleja.

Me falta el código, pero me voy a parar antes en el contexto, porque aquí también hay algo que decir.

Es importante conocer el contexto histórico de cada obra para que no hagamos análisis simplistas de lo que nos está contando el autor, para que no digamos estupideces como las que he tenido que leer a veces. No es lo mismo una escena escrita para una obra del siglo XXI, que la misma para mediados del XX, porque la sociedad no era la misma y lo que ahora nos parece reprobable (porque lo es) quizá en ese momento formaba parte de la "normalidad" social. Criticarlo como algo intolerable es signo de ignorancia.

Esto lo he visto en algún comentario que no tenía en cuenta el contexto de la obra y siento pena por quien se atreve a lanzarse a la piscina con argumentos absurdos. Yo no vería verosímil, en pleno siglo XXI, un duelo con pistolas al amanecer, pero en La Regenta hay uno y jamás se me ocurriría tildarlo de absurdo. En esa época la gente se comportaba así y si yo decido escribir sobre ese tiempo y retratar un duelo es porque es perfectamente verosímil. Aunque lo escribiera ayer mismo.

Pero vamos al código, que era en realidad lo que me hizo pensar ayer.

El código literario tiene sus reglas. Hay que conocerlas para entender del todo la obra, porque si no hay matices que se nos escapan. Tenemos que saber qué es una metáfora, por ejemplo. Las figuras literarias forman parte de ese código y alejan el lenguaje literario del coloquial. Lo enriquecen, lo transforman, le dan contenido. Si yo escribo: "El texto estaba tan mal escrito que el autor parecía hijo de la ESO", estoy diciendo mucho más que lo que pone y si el lector no encuentra la metáfora, obviamente se estará perdiendo gran parte del contenido de la obra.

Por poner un ejemplo.

Pero no solo existe ese código. Hay otros que hemos interiorizado con el tiempo y que regulan de alguna manera cómo funcionan las obras. Por ejemplo, y me voy a lo que conozco de primera mano, la novela romántica tiene sus códigos. Siempre, en primer plano, debe existir una historia de amor. Chico chica. Chico chico. Chica chica. Eso ya lo elige el autor, pero siempre tiene que estar ahí, moviendo el hilo principal porque si no no sería romántica. Por debajo de eso, debe existir otra trama que mueva a los personajes. Que suponga la diferencia con respecto al resto de historias. Y, al final, siempre, de manera ineludible, un final satisfactorio para el lector, que en este género es feliz y que acaba con perdices en el menú. Si te saltas el código, descolocas al lector del género. Si el lector que se acerca a la obra lo desconoce, emite análisis absurdos en los que la palabra "predecible" se convierte en la estrella.

Igual pasa en la novela policiaca. ¿Os imagináis una en la que se plantee un asesinato y no se resuelva? ¿Qué pensaríais?

...

Pues eso, que la novela no funciona porque se ha saltado una de las premisas básicas de este subgénero narrativo, la que regula que todo misterio tiene que tener su solución completa.

Creo que antes de lanzarnos a analizar las obras literarias deberíamos hacer un pequeño trabajo de reflexión, intentar conocer el ADN literario para juzgar de verdad, no solo desde lo que a nosotros nos gustaría que pasara. Porque, eso de que "no es lo que esperaba", solo me indica que se ha hecho un nulo trabajo en este sentido.

SOBRE PLAGIOS. O POR QUÉ PUBLICAS SI NO ESCRIBES

El lunes encontré en Wattpad a una usuaria que había subido Su chico de alquiler, atribuyéndose su autoría. No es la primera vez que esto sucede, hace años logré que retiraran otra versión de esta novela. Esa vez lo disfrazaron de fanfic. El del lunes era una "adaptación", que consistía en que había cambiado la portada, poniendo en ella a un chico horroroso y había tocado el texto.

Por descontado, no lo mejoraba...

Desde hace tiempo, a los autores se nos abre un frente más con el que luchar. Además de los piratas, ahora tenemos que lidiar con los listos que se dedican a subir nuestros textos con su nombre.

Lo único bueno de Wattpad es que, en unas horas, habían escuchado mi petición, habían comprobado la información que mandé, y que me reconoce como autora legítima de esa obra, y retiraron el plagio, aunque no sé si esa usuaria estará bloqueada para usar la página, al menos con ese perfil. Estaría bien que lo hicieran, aunque no sirva de mucho porque podría abrir otra cuenta, pero ya sabemos que crear otro correo y empezar de nuevo un camino recorrido a veces da pereza.

Quizá no es una idea tan idiota.

Todo esto me ha hecho reflexionar sobre algo. ¿Por qué publicar una historia que no es tuya en una plataforma como esta? Lo veo en Amazon. Y cuando digo que lo veo, me refiero a que se puede obtener un beneficio. Estos días, sin ir más lejos, hay una novela vendiendo muchísimo, de la que los rumores cuentan que es un refrito de los libros de otra. Es una idea estupenda. Coges un libro conocido y te lo casi apropias, cambiando tres tontunas, y si suena la flauta, para ti los beneficos. Pero, ¿en Wattpad? ¿Para qué?

En mi caso la novela se empeoró y eso sí me molesta. No estoy libre de que alguien me pueda atribuir un texto que al final no es el mío.