sábado, 2 de septiembre de 2017

LIMPIEZA DE KINDLE



Hace unos meses, lo que he estado haciendo esta noche me habría causado un tremendo cargo de conciencia. Sé que escribir una novela lleva su tiempo, un esfuerzo enorme para que todas las piezas del puzle que la compone acaben encajando. Lleva, además, sueños, esperanzas, deseos que a veces llegan desde la infancia.

¿Quién soy yo para desmontar los sueños de nadie?

Por eso no hago reseñas negativas, porque no me siento con la suficiente autoridad como para tirar de un plumazo el trabajo de otro. Lo que leo y no me convence me lo guardo y en ese silencio está mi crítica: mejora. No hay más, porque aunque yo pueda saber dónde están los fallos de cada libro, no soy quien para dar lecciones a quienes no me las han pedido. Pero ayer, después de acumular diez fracasos lectores, decidí que una cosa es hacer una crítica en público y otra muy distinta ser condescendiente en lo privado. Ser demasiado buena incluso para no tomar la decisión de borrar de mi kindle algunos libros que no se merecen, por supuesto, ese calificativo. A lo sumo son textos escritos. Punto.

Ayer me harté de empezar historias sin pies ni cabeza y he tomado una decisión. Ya no le pienso dar un 10% de cortesía a nada. Mi cortesía se acaba en la página tres y, en casos extremos, como los que me encontré ayer, incluso en el primer párrafo. No pienso leer a un narrador que no sabe nada más que soltar frases hechas, o a otro que no se ha tomado la molestia de suprimir repeticiones. Me niego a perder mi tiempo con escritos que ni siquiera han pasado el corrector ortográfico del procesador de textos (hay que ser vago para no pasárselo y tener una cara impresionante para publicarlo encima). Mi tiempo vale más que el tratar de entender una historia que se va contradiciendo párrafo tras párrafo, o aquella otra que se agarra como una garrapata a los clichés del género porque sabe que hay gente que compra libros (y los lee) que no es capaz de soportar que no le cuentes la misma historia de siempre cambiándole los nombres a los personajes. ¿Para qué vamos a esforzarnos en ser originales? ¿Para qué vamos a escribir un poquito bien? (No digo que lo llenemos todo de adjetivos, eso no es escribir bien, eso es ser un novato y no saberlo. Hablo de claridad, de que seamos nosotros los que dominemos a las palabras y no ellas las que acaben llevando al lector al abismo de la desesperación porque no entiende nada).

Yo ya no tengo más paciencia.

Para leer la misma historia una y otra vez, leeré lo que ya leí y me gustó y dejaré de perder el tiempo.



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