lunes, 16 de abril de 2018

CÓMO PERDER AL LECTOR QUE LLEVO DENTRO

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Seguro que en muchas ocasiones habéis escuchado a gente que, si la historia es emocionante, da igual si está bien o mal escrita: seguirán leyendo hasta el final, disfrutando de la magnífica novela que ha caído en sus manos.

A mí me entran ganas de llorar de tristeza, porque yo hace tiempo que no puedo, por lo que muchas de las lecturas que empiezo se convierten en fracasos.

Existen muchas razones por las que un libro me puede perder como lectora. Una tras otra, forman una montaña de obstáculos que llega un momento que no estoy dispuesta a superar. El siguiente paso, obvio, es que el libro vuelva a la estantería y no se me ocurra recomendárselo a nadie.

Voy a hacer un resumen de las razones por las que abandono una lectura:

1.- Desconocimiento del autor de lo que significan las palabras.

No puedo disfrutar de una novela en la que se ponen al azar, pretendiendo que yo, como lectora, sea indulgente y adivine lo que quieren decir. Me interrumpen el discurso y me pregunto en qué momento, a la persona que escribió, se le olvidó que para ser escritor hay que dominar las herramientas. No hablo de que se cometa un error con una palabra, sino de la repetición recurrente de esto. Una palabra con una letra intercambiada puede ser producto de una errata que entiendo. Al mejor escribano se le escapa un borrón, como dice el refrán.

2.- Comas.

No sé disfrutar de una novela en la que las comas se lanzan a lo loco, pervirtiendo el sentido de las frases. Me obligan a parar, a releer, a tratar de entender. Puedo perdonar algunas que estén mal, todos tenemos un despiste, pero cuando este fenómeno se repite página tras página...

3.- Lenguaje de andar por casa en pijama y sin peinar.

No me meto en la historia si todas las frases son planas, coloquiales al extremo, sin demostrarme en ningún momento un mínimo estilo. Me pongo a pensar que podría ser una redacción de colegio y se me hunde la novela entera. Lo que peor llevo es que en cada párrafo haya una o dos frases hechas. A todos se nos escapan, es inevitable, pero cuando el texto se apoya en exceso en ellas me empieza a poner muy nerviosa.

4.- Descripciones, descripciones, descripciones. 

No puedo con una historia hiperdescriptiva, en la que cada personaje que sale es descrito hasta en los más mínimos detalles. Y las sillas. Y los cielos. Y las calles. ¿Y la historia? En los años 70 de siglo pasado se abandonaron los experimentos narrativos y se volvió al gusto por contar. Quiero que me cuenten.

5.- Modo corrector permanente.

Me agota parar la lectura para analizar el error que acabo de detectar. Sé que no debería hacerlo, de esto no tiene la culpa nadie más que yo misma.

6.- Frases eternas que mezclan trescientos temas.

El récord creo que lo tiene un libro, curiosamente de una editorial enorme, que habrá pasado por un corrector profesional y muy bien valorado por los blogs. A mí me desesperó. Una frase ocupaba doce líneas, subordinando hasta el infinito, concatenando ideas que no tenían relación alguna entre ellas. En ella se narraba una acción, se describía el aspecto físico de un personaje, su vestimenta y hasta el arco de la puerta.


Todas estas cosas me pierden como lectora más que una mala portada. Eso puedo perdonarlo, porque un escritor no tiene por qué ser capaz de ser un buen portadista y a lo mejor el marketing no se le da bien, pero lo que cuento sí es tarea del escritor.

A mí, donde se me pierde, es en el campo de batalla.

Si al desenvainar la pluma no lleva tinta suficiente, me voy.

10 comentarios:

  1. Odio las descripciones, por lo general mes las salto y los errores. Llega un momento que me encuentro diciendo en voz alta "coma", "coma", "coma"...así como otras cosas.
    En cuanto a lo otro, creo que abandonarás muchas novelas mías con mi lenguaje coloquial y mis eternas frases subalternas...jajajaja

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    1. No me molesta el lenguaje coloquial, solo en exceso. Y las frases... supongo que habrás querido decir subordinadas 😂😂


      Se puede subordinar, el problema empieza cuando unas cosas no tienen nada que ver con las otras. Las frases se vuelven un galimagías que hay que releer. Eso es lo que me mata de verdad el placer de leer.

      Besos!

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  2. Hola Mayte! Pues son motivos más que suficientes para que se pierda el interés en un libro, comparto la mayoría. A mí me pierde mucho el exceso de palabras malsonantes, supongo que se podría incluir en el lenguaje coloquial al que te refieres. Incluso si el personaje es de una generación o una clase social donde se espera que use ese tipo de palabras.
    Un beso!

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    1. Otra cosa que me pone nerviosa es la repetición de palabras en el mismo párrafo o muy próximas. Me entran ganas de regalarle al autor un diccionario de sinónimos.

      Besos

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  3. ¡Hola! Son motivos suficientes y con los que coincido (al menos con el 2, 4, 5 y 6). Lo que sin duda me pone más nerviosa es que las comas estén dispersas en el texto como si fuera confeti que han tirado a montones. En el caso de las frases eternas, tengo que parar varias veces porque me pierdo o me canso D:

    Buena entrada, como siempre :)

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    1. Si la subordinación tiene las comas bien puestas, ni te das cuenta. El problema es que no suele ser así. Por eso te cansas, porque te pierdes.

      Besos!

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  4. Yo hay veces que puedo terminar, y veces que desisto.
    Si la historia me engancha pero por ejemplo, tiene muchísimas faltas ortográficas, lo acabo, pero mi venganza es no comprar a esa editorial de nuevo.

    Si se me hace bola el libro, es cuando lo aparto.
    Hay tanto por leer, que por qué voy a tener que tragarme algo que no pasa ni con aguardiente...
    Besos.

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    1. Jajajaja, tu venganza, como se extienda, puede dejar tiritando al mundo editorial.

      Hay libros que no nos entran por nosotros mismos, no porque les pase nada, pero incluso en estos casos creo que lo más sensato es dejarlos. Como dices, hay muchos.

      Besos

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  5. Las faltas ortográficas me pierden... Puede admitir una, dos, tres... Pero ya más no. Ya cierro el libro y ahí lo dejo. Los errores gramaticales los perdono menos porque ya me descolocan por completo. Y esas frases largas, muy largas, que no sabes ya ni lo que decía cuando empezaba...
    Sí me reconozco más exigente en los libros infantiles. He visto en muchos de ellos faltas ortográficas dolorosas. Y van dirigidas a un lector que está aprendiendo a leer y escribir...
    Besotes!!!

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    1. ¡En los libros infantiles es pecado mortal! Es verdad, están aprendiendo y no es para nada un buen ejemplo.

      Besos!

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